domingo, 19 de abril de 2009

Conclusión del simbolismo

El simbolismo anticipa la concepción surrealista del sueño como revelación de la realidad profunda, del inconsciente. A ojos de los simbolistas el impresionismo es muy limitado por no ser capaz de mostrar lo que está más allá de lo meramente visual. Es curioso que los simbolistas siguieran manteniendo, e incluso de un modo más insistente y exagerado, la necesidad de salvación de nuestro mundo corrupto. Pero a diferencia de los impresionistas esta salvación ya no se efectuará mediante una vuelta a la «pureza» casi virginal de lo natural. Para los simbolistas la corrupción se debe precisamente a un acercamiento demasiado peligroso al polo natural; regresar a la naturaleza es descender, caer del estado de gracia. La redención vendrá más bien por elevación a una realidad espiritual.
La redención de los hombres no tendrá lugar «vía clarificación» sino «vía profundización», y esta profundización implica andar entre oscuridades, sombras, secretos arcanos, jeroglíficos. Todo ello significa «símbolo» para ellos. La gente está perdida precisamente por esa visión «clara» de la realidad, que es sinónimo de simpleza y superficialidad. El mundo iluminado que se nos presenta es un mundo falso o inauténtico, el «velo de Maya» dirán los simbolistas dentro de la oleada orientalista en que se mueven, frente a un mundo auténtico que es de naturaleza espiritual y por tanto oscura. ),
Los simbolistas apelan a una especie de intuición, cuyo resultado es la Belleza desinteresada. El simbolismo toma también sus temas del modelo biológico a que corresponde su noción de sentimiento o intuición. Las obras de artes simbólicas y modernistas se presentan llenas de formas orgánicas, como pieles de tigre o de cebra, plumas de pavo real y alas de mariposas.
Las casas y cúpulas de Gaudí presentan irisadas pieles de reptiles de escamas de cerámica; las construcciones de Victor Horta se desarrollan como flexibles tallos de flores, creciendo hacia arriba, como telas de araña y alas de libélula; los accesos al metro de París de H. Guimard no hacen pensar en entradas para un medio técnico de transporte de masas, sino más bien en un jardín, con sus lámparas en forma de orquídea el simbolismo propuso, frente al arte de masas, un elitismo o aristocratismo.
El simbolismo no se interesaría tanto los fenómenos cuanto por lo que trasciende la sensibilidad. Sería más importante, como dice José Martí, lo que se aspira de la poesía que lo que ella es en sí.
El materialismo filosófico sostiene, por el contrario, que el cierre fenoménico en que consiste la obra de arte es una estilización de fenómenos, no tanto una representación de ideales o ideas arquetípicas

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